Bourbón y motos (por Luís A. Santana)

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Aquella fría madrugada nunca se borrará de mi memoria, quedará guardada en el Hotel Azul de los mejores recuerdos, el mas recóndito en el cerebro; aquella foto que se prende de la retinas minutos antes de exhalar el ultimo suspiro. Cando la parca, esa vieja conocida por mi me visite, no será una extraña, será una amiga que viene de nuevo para quedarse con mi espíritu mientras apuramos otra botella de bourbón.

 

La autopista se extendía como una alfombra turca en aquel desierto Almeriense, el calor del infierno hacía saltar volutas multicolores al paso de mi montura, el sofoco de la cazadora de cuero se apelmazaba en mi espalda.

 

Los pensamientos mas tenebrosos rondando por esta cabeza loca, perturbada de amor por ella, gusanos aterradores de un pasado atroz el cual quería olvidar poniendo kilómetros de distancia. Un toro negro y enorme de Osborne me miraba ávido por cornearme, la Harley no daba mas de si, July tiene sus años; no está para capeas.

 

Lo intenté pero fue inútil, montado en un ruido quise escapar pero los sones de Blue Hotel retumbaban por entre las dunas y su rostro se oculta en cada una de ellas ¿por que? Dejan tras de sí el rastro los alacranes, dibujada la pregunta en las arenas calientes.

 

Al tanto paré de tanto comer kilómetros mientras la noche se me echaba encima y fue entonces cuando me visitó ; montada en un demonio de fuego y acero aquella que perdí hace años revivía para mi, la melena rubia al viento y el aullido de los lobos extinguidos hace décadas me la presentaron de nuevo .

 

Y fue mía otra vez después de muerta, viva en mis brazos mientras nuestros caballos de hierro esperaban ser montados por los dos amantes, el viento del desierto nos cubrió y la luna llena bañó nuestros cuerpos desnudos.

 

Al amanecer, cuando las brumas te cubren de la cabeza a los pies, ella ya no estaba, solo su perfume de muerta y las marcas de la montura en la arena.

 

Apuré un último trago de Jacky Negro camuflado en las alforjas, enfilé de nuevo la autopista, el aliento del desierto me besó en el rostro o ¿era ella transmutada en brisa?. Nunca quise tanto a mí otro amor: la muerte.

Mujeres Moteras