Con olor a gasolina (por Rosi Serrano)

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Con olor a gasolina (por Rosi Serrano)

Siempre supe que hablaría de aquellos días, en los que mis recuerdos de aquellos domingos tienen olor a gasolina mezclada con el aroma de los pinos de Montserrat, a vestido blanco de fiesta manchado de aceite y resina, a los gritos de mi madre y a las cicatrices que aún conservo en las pantorrillas justo a la altura donde me alcanzaba el tubo de escape.

Recuerdo como apoyada en la ventana tenía la sensación de escuchar tu moto, y al mismo tiempo que me bajaba de  la silla que me habías forrado con piel de conejo, girabas la última curva de la calle de las rocas.

Dejabas la moto encendida y venías en mi rescate como el caballero que baja de su caballo para salvar a la dama, olías a sudor, gasolina y arcilla de la vieja cerámica, donde se cocían los azulejos y tus manos cada día y alguna que otra noche.

Llegaba aquel único domingo que librabas al mes y aquellos olores cambiaban a pino y lavanda, cuando entre tú y mamá viajábamos a Montserrat  en moto, para pasar el día de descanso.

Allí en un viejo pino, estaba mi columpio, el que me habías construido para mi alegría y disgusto de mamá, pero allí estabas tú para que no me cayera, me fuiste dando empujones, como en la vida misma, poco a poco fuiste soltándome y cada vez llegaba más alto, cuando estaba llegando a las ramas, llegaron mis hermanos, compartí mi columpio con ellos y  empezó una época en la  que tratábamos a la felicidad de tú a tú.

Sin embargo tus raíces te abrazaron con la nostalgia del pasado y el columpio se giró hacia tierras castellanas, donde olí por primera vez el vino y la paja trillada, pero tú seguiste oliendo a sudor.

Nos visitó el sarampión, la varicela, las caídas de la bicicleta, los primeros paseos en moto conduciendo yo… se fueron los abuelos y se sentaron a la mesa los yernos y las nueras, más tarde los nietos…

Alguien me preguntó, el motivo de haber elegido una foto de niña sentada en una moto,  como portada de mi primer libro. Mi respuesta es en forma de caricia, abro ese libro y según voy pasando las páginas plasmadas de retazos  de mi infancia, pienso que me ha faltado tiempo para darte las gracias por empujar el columpio de mi vida, pues la vida en el fondo es como un columpio que va y viene.

Ahora me toca conducir a mí  y el día que te bajes, subiré a mi hijo y le daré a él todo lo bueno que me diste, para que nuestros recuerdos se mezclen con olor a gasolina.  Por  todo ello te regalaré mi primer libro,  en el que escribiré  en la primera página. “Gracias papá.  Te quiero “.

 Mujeres Moteras