El apoyo de los moteros, los médicos y sanitarios

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El apoyo de los moteros, los médicos y sanitarios

Recuerdo mi accidente. Todo.

Recuerdo el antes, el durante, el después, la gente, las palabras… cómo me miraban y lo que comentaban entre ellos. Yo simplemente solo podía mirarlos y sufrir.

Aquél día iba tranquila, disfrutando de las curvas y de la carretera tan fantástica que cruza las Dolomitas. Las montañas rosas más bonitas que he visto nunca.

Una carretera algo estrecha y sin división de carriles pero con buen asfalto y visibilidad. Iba de paseo, sin ninguna prisa y algo por debajo de la velocidad que marcaba la propia carretera.

Una curva, otra… y otra… Una foto para dejar constancia del paisaje y dos curvas después… todo cambió.

Una recta, dos coches a los que adelantar y en el momento en el que mi maniobra ya estaba iniciada… uno de los coches hizo una imprudencia y el otro se abalanzó sobre mi.

Recuerdo el “¡me la doy!”, el “crac” de mis huesos junto con el “crac” contra el coche y acto seguido el dolor intenso de tener una moto de 170kgr encima con su tubo de escape apoyado sobre mi pierna izquierda y varias cosas rotas.

Al rato llegó la ambulancia, la policía y un helicóptero. Los sanitarios me miraban, me decían que estuviese tranquila, que ahora estaba en buenas manos y que todo iría bien…

No sé porqué pero solo recuerdo la cara de uno de los sanitarios del helicóptero, sus ojos azul cielo y su casco amarillo mientras me decía “non ti preoccupare, tutto andrà bene”. Cuando cierro mis ojos aún puedo verle cómo me mira con dulzura y cariño. No quitó sus ojos de los míos en todo el trayecto. El hospital de Trento ya fue confuso… hasta que me trajeron a casa.Me trasladaron a Barcelona para operarme en el hospital de San Pablo. Desde el primer momento recibí tanto cariño de parte del personal sanitario que aún hoy les adoro. Siento especial estima por todo aquel que lleva bata blanca o verde (por los cirujanos) y trabaja en urgencias y trauma. Llegué en muy mal estado y con bastantes problemas así que necesitaba atención casi permanente. ¡Se portaron genial!.

Para aquel entonces ya había problemas de personal, ya eran menos de los que deberían ser y tenían más trabajo del que podían asumir, sin embargo, me atendieron, me ayudaron, me animaron y se rieron conmigo cuando di mis primeros pasos y lo celebré como si hubiese hecho un Ironman. Me vitoreaban cuando salía de excursión con mi andador y llegaba al final del pasillo y no me reñían cuando dejaba la comida del hospital y la sustituía por las cosas ricas que me traía mi madre. Se portaron tan bien que mi madre escribió al hospital y a la “Conselleria de Sanitat” una carta dando nombres y apellidos de agradecimiento al servicio y al trato prestado.

Los moteros nos caemos y a veces nos hacemos daño. Son el equipo de personal sanitario, médicos, enfermeros y enfermeras los que nos cuidan, los que nos aguantan, los que hacen esfuerzos para darnos lo mejor con los pocos medios que tienen. Son gente admirable a la que yo, por lo menos, le debo mucho. Siempre tendré un buen recuerdo de ellos, desde la que limpiaba mi cama hasta la que me machacaba en fisioterapia (que daño me hacía la condenada jajaja). Tengo tantas anécdotas que contar que podría estar escribiendo días pero no hace falta, ellos las conocen.

Estar semanas y semanas en un hospital es duro, y ellos, a veces logran hacerlo un poco más fácil.

A todos los que intervienen en los tráficos, a los sanitarios de la ambulancia, helicópteros y hospitales. Desde el que repone el material hasta el que te opera y te arregla los rotos os quiero dar las gracias por cuidarnos, por entendernos, aguantarnos en uno de los momentos más difíciles de la vida de un motero. Gracias por ayudarnos a levantar cuando nos caemos y solo pensamos en volver a subirnos a la moto. Gracias por hacerlo más fácil.

Sin vosotros no sería posible 🙂