Según la DGT, el parque de motocicletas asciende actualmente en España a 2.707.484 unidades, casi un 9% del parque total de vehículos. Más de la mitad son motos de menos de 250 cc que se utilizan sobre todo para circular por ciudad. De esos casi tres millones de motos, con sus correspondientes pilotos, la mayoría tienen también copiloto, bien ocasional o bien habitual.
Hace unas semanas viví una de las situaciones más incómodas que una persona puede presenciar en su vida: una discusión de pareja ajena. Os pongo en situación: un semáforo de estos larguísimos en pleno Paseo de la Castellana de Madrid, cinco carriles con sus correspondientes direcciones diferentes (y a veces equívocas si no conoces un poco la ciudad o no llevas un buen navegador), yo enlatada y a mi lado, entre mi coche y el del carril contiguo, una moto im-pre-sio-nan-te con pareja encima. Ella a los mandos, él atrás.
El caso es que no sabían dónde iban y me atrevo a decir que tampoco sabían dónde estaban. Sólo sabían dónde tenían que llegar pero así, a grandes rasgos. Discutir de asiento delantero a asiento trasero y con cascos de por medio es bastante pintoresco. A mí me ha pasado alguna vez y la verdad es que tienes que dar unas voces que ni los vendedores de melones para que te escuche y entienda tu acompañante y eso trae como consecuencia (como no podría ser de otra manera) que te escuchen, se enteren (y hasta tengan tentación de coger vela en ese entierro) tu acompañante, los conductores de alrededor, los peatones que estén cruzando en el paso de cebra en ese momento y hasta el urbano de dos calles más allá. Todo quisqui, vamos.
Pues bien, tras una acalorada discusión sobre qué carril tomar que duró más o menos lo mismo que el semáforo en rojo, la piloto sentenció, desde su posición a los mandos: “Bueno pues vamos a ir por el del centro, que para eso soy yo la que conduce. Cuando conduzcas tú, vamos por donde tú quieras”. Me vino a la cabeza inmediatamente otra escena parecida solo que sin discusión de por medio porque mi amiga Elisa no discute. Al menos no por esas cosas, claro. En su caso, ella es la copiloto y forma pareja con su hermano. Cada vez que salen de ruta o de viaje o de lo que sea, van por donde él quiere (a no ser que la lleve a algún sitio al que ella necesita ir, en cuyo caso el destino lo puede haber decidido ella, pero la ruta no). Da igual que Elisa conozca mejor las carreteras, que tenga más años de carné, que sí sepa realmente ir. Él conduce, él decide. Y punto.
Como me llama mucho la atención esta tendencia pero estoy segura de que no siempre es así, estoy haciendo una encuesta en Twitter, Facebook y ahora os la hago extensiva a vosotros. Dentro de dos semanas os contaré los resultados. Tened en cuenta que las dos preguntas y sus respuestas hay que leerlas en clave de humor ¿eh? Que de eso se trata.
Allá van:
Si eres piloto, cuando salís de viaje…
a) Decido yo la ruta y el destino que para eso conduzco.
b) Acordamos el destino entre mi acompañante y yo pero la ruta la decido yo.
c) Acordamos destino y ruta, en mi moto somos muy democráticos.
d) Acordamos el destino y la ruta nos la marca el navegador (o mapa en su defecto).
e) Cada vez elige y manda uno (si mi copiloto es el habitual).
f) La ruta la marca quien sabe ir.
Si eres copiloto, cuando salís de viaje…
a) Decido yo la ruta y el destino, porque sí.
b) Acordamos el destino pero la ruta la decido yo: que no conduzca no quiere decir que no sepa.
c) Acordamos destino y ruta, somos un ejemplo de igualdad motera.
d) Me da igual quién decide, sólo me preocupo de disfrutar y si decide el piloto, mejor.
e) Si es mi piloto habitual prefiero que nos turnemos al escoger. Si no, que elija él, que es su moto.
f) Le dejo que decida pero si se equivoca se lo echo en cara todo el resto del viaje.
¡Animaos a responder! Nos leemos en dos semanas.
Ráfagas traseras
