Una de las cosas que más rabia me dan del invierno es que llueva durante todo el sábado y amanezca el domingo con un sol alucinante.
En invierno la temperatura es muy baja y la humedad relativa máxima, así que es casi imposible que una carretera que se ha mojado durante horas un día, se seque durante la mañana siguiente.
Miras una y otra vez por la ventana cómo entran los rayos de sol y te asomas a ver el asfalto, por si por arte de magia se fuese a secar. Pero no, mires las veces que mires, ves el suelo mojado. ¿Y si está mojado en tu calle, cómo estará en la carretera? Peor.
Muchísimas veces he salido en moto solo por ver el sol a través de mi ventana, y luego me he encontrado en carreteras en las que levantábamos agua al pasar. ¿Es necesario? ¿Es divertido? No y no.
El riesgo a sufrir una caída con el asfalto mojado es muy alto y estás más pendiente de no cometer ningún error que de disfrutar de la carretera, del paisaje y de la salida en sí.
Será el número de accidentados que se van acumulando entre nosotros lo que me hace replantear el salir cuando está todo mojado o será que simplemente me hago mayor, pero salir en moto cuando sé que no habrá ningún tramo de asfalto seco, ya no me motiva.
Prefiero aguantarme las ganas y esperar paciente a que llegue el fin de semana siguiente, que con un poco de suerte, estará más seco.
Hay muchísimos días en un año y en toda una vida para poder salir en moto, ¿para qué salir un día que sabes de antemano que el riesgo se multiplica exponencialmente? El último amigo que fallo en mojado aún no mueve las piernas. ¿Es necesario?
Mejor mirar mil veces por la ventana cómo sale el sol, que jugar a la ruleta de la humedad.
