Te crees que sabes ir en moto hasta que es demasiado tarde…

no sabes ir en moto hasta que no es demasiado tarde, ir en moto, accidente en moto, fomración

Compartir

Categoría

Instagram

ÍNDICE/ GUÍA DE CONTENIDOS

Recuerdo mi primer día de autoescuela. ¡Iba a ir en moto! Llegué con los nervios a flor de piel. Me subieron a una Yamaha special 250 bastante destartalada y me dijeron: esto es el embrague, esto el cambio de marchas, freno de mano y de pie aunque esto no lo usarás. Aprieta aquí (el embrague) y ahora con el pie izquierdo aprieta la palanca abajo; esto es la primera. Ahora todas para arriba son el resto de marchas. Andando.

En lo que era una especie de explanada de asfalto me dejaron sola. La explanada hacía algo de subida. Pensé… ¡allá voy! ¡Ir en moto no es difícil! Subí. Di la vuelta como si la moto tuviese el manillar soldado y no pudiese girar (los nervios del estreno). La bajada me dio más vértigo. Pero lo hice. Y así, varias veces.

Al segundo día empecé con el circuito típico del examen hasta que lo tuve dominado. Me examiné, me dieron mi carné y salí a la calle dispuesta a comerme el mundo entero en moto.

No me explicaron cómo sentarme, ni cuál era la posición correcta de las manos. No me dijeron cómo colocar la cabeza o dónde debía mirar.

Simplemente me enseñaron a superar unos ejercicios supuestamente de agilidad. El resto no era –o eso parecía- importante.

Salí ilusionada con mi carné dispuesta a comerme el mundo. Ya sabía ir en moto.

Mis primeras experiencias en moto fueron agotadoras. Salía de casa con una mezcla de ilusión y miedo. Me subía a la moto (una Yamaha FZ6) y se me agarrotaban todos los músculos. Tensa como una biga de hierro me iba a dar vueltas por cualquier carretera.

A base de kilómetros la tensión fue bajando y fui ganando confianza. Una confianza que en el fondo era falsa. No estaba aprendiendo a conducir. Estaba cogiendo práctica y relajándome sin saber exactamente cómo debía hacerlo.

Me confié. Cada vez corría un poco más. No es que fuese muy rápido. De hecho, iba por debajo de los límites aunque a mí me parecía que iba como un rayo. Acababa agotada.

Recorridos que hoy me parecen excesivamente cortos los tenía que hacer parando a descansar. Ir en moto era divertido pero muy cansado.

Kilómetros y kilómetros hasta que me auto-convencí a que ya sabía ir en moto. Cada vez más suelta y más rápido.

¿Había aprendido a ir en moto? Había cogido práctica pero realmente no sabía ir en moto. Si alguien me hubiese preguntado… ¿dónde miras? ¿Cómo llevas las manos? ¿Y los pies? ¿Cómo frenas cada vez que llegas a una curva? Posiblemente hubiese contestado… no sé, me sale solo…

No es una respuesta válida. Y no es válida porque el día que te encuentras un imprevisto, la puedes liar muy parda.

Eso me pasó a mí. Y me di cuenta que no sabía ir en moto.

Iba tranquila, disfrutando del paisaje. Disfrutando de la moto sin correr.  Una carretera de doble sentido que surcaba las Dolomitas.

Salí de una curva muy cerrada. Venía una recta muy larga. Dos coches circulando delante de mí muy despacio. Intermitente y gas para adelantarlos. Uno de los coches, ignorando mi maniobra giró de golpe y sin avisar hacia la izquierda para meterse en un pequeño mirador.

Frené con todas mis fuerzas con el freno delantero. Miré a la izquierda por si tenía escapatoria y vi un árbol enorme. Volví a mirar fijamente al coche. Y obviamente, me estrellé contra él.

¿Culpa del coche? Sí. ¿Culpa mía? También.

No sabes que no sabes ir en moto, hasta que es tarde.

Me hice mucho daño así que era hora de hacer balance. Me di cuenta que tenía mucho que aprender. No para disfrutar, que también, sino para saber cómo afrontar los imprevistos de la carretera.

 

Al cabo del año pude volver a subirme a la moto. Con mis hierros y cicatrices estaba dispuesta a volver a comerme el mundo. Pero esta vez, lo haría con cabeza.

Desde entonces, no he parado de formarme. De aprender y trabajar la técnica correcta para ir en moto.

Por suerte, tenemos muchas escuelas por todo el territorio español que nos brindan la mejor formación a costes de lo más razonable.

Nunca sabemos lo suficiente. Y aunque a veces es imposible evitar un accidente, hay muchas situaciones que sí las podemos salvar si sabemos cómo hacerlo.

 

Si quieres sumarte al carro de la formación, no dudes en ponerte en contacto con nosotras. Buscaremos contigo el mejor sitio para que mejores tu nivel. ¡El que sea!