Toda la vida en moto… y ¡lo que me queda!

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Hace unos días, hablando con una amiga, me di cuenta de que hace ya casi diez años que tuve mi primera moto de gasolina; y digo de gasolina porque siendo pequeña me dedicaba a recorrer el pasillo de mi casa con mi vespa de batería.

Tenía ocho años cuando mi padre me preguntó si quería una moto. Creo que la inmensa sonrisa que me recorrió la cara fue respuesta suficiente. El día que me subí a mi Mecatecno era un manojo de nervios, pero cuando se pasaron… fui la niña más feliz del mundo.

Creo que de todas las motos que he tenido la mecatecno es con la que más kilómetros he hecho. Pero se me quedó pequeña así que llegó el momento de cambiar de montura.

Con catorce años me saqué la licencia de ciclomotor y me regalaron una Daelim Message 49cc con la que empecé a salir a la carretera y aprendí a circular. Eran viajes cortos, sólo por el pueblo, pero suficiente para aprender.

Sin embargo, una tarde de domingo me fui al suelo. Afortunadamente fue una caída sin mayores consecuencias, aunque desde entonces arrastro una tendinitis crónica en la mano derecha. Aquel día aprendí lo importante que es ir protegido sobre la moto. Si hubiera llevado guantes posiblemente hoy aquella caída sólo sería un recuerdo.

También aquella tarde mi madre, mientras me curaba la mano, me preguntó ¿no volverás a coger la moto, no? Siempre la misma pregunta. Siempre la misma respuesta: ¡Nada más que pueda!

Siempre había sido así, pero no aquella vez. A mí no me había pasado nada, pero sí a la moto así que ahí se quedó, aparcada. Los años fueron pasando, saqué el carné de coche… y aunque quería sacar el de moto lo fui dejando.

Hasta que hace cuatro años me decidí y dos meses antes de tenerlo en la mano ya tenía a la que hoy es mi princesita en el garaje: una preciosa Suzuki Marauder 250cc. Sé que no la saco del garaje todo lo que debería, pero, aunque no es la moto de mis sueños, disfruto cada kilómetro que hago con ella.

Creo que mi madre, en su fuero interno, sigue albergando la esperanza de que me olvide de este mundo, pero me temo que nunca será así. Hay mucha gente que no lo entiende, pero no hay nada comparable a lo que se siente cuando disfrutas de tu moto, de cada kilómetro que haces, de cada curva que dejas atrás… y es que sólo los moteros de verdad sabemos lo que realmente significa la palabra LIBERTAD.

Tamara Castro