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Hacia la regulación del vehículo privado: Óscar Puente habla de “racionar” su uso

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La regulación está al caer. Decían en las películas previas al 2000 que el futuro sería apasionante para el transporte: coches voladores, autónomos, accesibles para todos y desplazamientos rápidos a gusto del consumidor. Nada de esto se ha cumplido, aunque por un tiempo, la sociedad ha podido disfrutar de la democratización del transporte gracias al vehículo privado. Sin embargo, que la gente corriente pueda coger su coche o su moto para ir cuando quiera y a donde quiera empieza a no gustar a la clase política.

Llevan tiempo preparándonos para el momento en el que usar un vehículo para ir del punto A al punto B cuando te salga del pensamiento sea un lujo al alcance de muy pocos. Desde la aplicación de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) en algunos países de la Unión Europea, el ataque político hacia el vehículo privado ha llegado a límites que parecían difíciles de creer.

Con ello, la cúpula trajeada de Bruselas no solo está jugando sola en la cancha de la contaminación, también está destruyendo la importante industria automotriz que, hasta hace poco, era punta de lanza mundial.

Pretenden que esté mal visto hacer un trayecto corto, ir al trabajo o hacer la compra con el coche. “Más transporte público y menos Lamborghinis”, decía la última campaña del Ministerio de Transportes, tan desconectado de la realidad en el país de los Dacias. Su cabeza visible, Óscar Puente, en una entrevista a VozPópuli, asegura no estar en contra del vehículo privado, pero su discurso sugiere un ‘pero’ muy importante.

Primero son los coches, luego serán las motos

“Yo no soy un enemigo del vehículo privado. Creo que el automóvil ha aportado cosas importantes a la humanidad y ha facilitado desplazamientos en unos tiempos que en la historia no hubieran sido soñados”, dice Puente en un intento de defender al coche.

“Pero lo que sí creo es que la propia racionalidad en el uso del vehículo privado sería el mejor aliado para la pervivencia del vehículo privado a futuro, porque si la irracionalidad se impone, llegará un momento en el que tendrán que establecerse reglas para racionalizarlo”, avisa el Ministro de Transportes.

¿Qué es racional y qué no? ¿Quién debería establecer lo que está bien y lo que está mal? Estas declaraciones son más graves de lo que parecen. Es una forma de decir: “¡Usas tu coche demasiado, pobre!”

El discurso político contemporáneo, incluido el de Óscar Puente, refleja un enfoque hacia la racionalización y la limitación del uso del transporte privado en favor de modos de transporte más “sostenibles”, como el transporte público y los desplazamientos a pie o en bicicleta.

La regulación del libre movimiento está al caer

Aunque Óscar Puente menciona que no es enemigo del vehículo privado, su defensa de la “racionalidad” del uso del automóvil sugiere una dirección que podría implicar una pérdida de libertades individuales y una creciente dependencia del transporte público, que ya de por sí es deficiente, carece de inversión, está masificado y ninguna de las figuras políticas detrás de estos discursos lo utiliza en su día a día porque pertenecen a otra clase social.

El concepto de “racionalización” viene a desvelar el oscuro futuro hacia la intervención del Estado en decisiones individuales sobre el transporte. Esta intervención, que se anuncia con cuentagotas, acabará por restringir lo “contaminante” por lo “sostenible”, como ya se ha planteado con los vuelos nacionales cuando haya “opciones en tren de menos de 2:30h”.

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A medida que se avanza en la implementación de políticas que promueven el uso del transporte público o de otros medios de transporte, existe el riesgo de que estas políticas se conviertan en prohibiciones encubiertas o en limitaciones significativas al uso del vehículo privado.

Como aplicarlo de golpe sería demasiado descabellado, poco a poco nuestros dirigentes van dejando caer hacia dónde irán las políticas del futuro, para así preparar a la población y limitar el shock.

Además, se están asegurando de que, llegado el momento, no haya mucha gente en contra, principalmente porque no tendrán vehículo. Total, a nivel de votantes, la mitad de la población estará jubilada y muchos ni conducirán. Y a la otra mitad, joven, que no puede permitirse un alquiler y mucho menos un coche (o uno apto para entrar en las ZBE), le dará igual porque tendrá el bono del metrobus gratis.

No tendrás nada y serás feliz

Y para cerrar, Puente invita a hacer “walking: la nueva moda entre los jóvenes” (nótese la ironía). Cuando no tengas medios para desplazarte o el transporte público no se adapte a tus necesidades, no te quedará otra que andar. Que no es malo, pero en una doble lectura sobre “lo que está bien y lo que está mal”, ya se deja caer qué es lo que toca.

“Yo creo que lo ideal en ese mix es un porcentaje importante de desplazamientos a pie. Yo vengo de una ciudad con un 51%, la mitad de los desplazamientos son a pie, y un porcentaje muy importante de desplazamiento en transporte público, que no debería ser inferior al 20-25%.”

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